La Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) advirtió sobre una problemática en aumento, tanto en entornos presenciales como digitales. En diálogo con Radio UNNE, la médica Silvina Pedrouzo compartió cuáles son las señales de alerta para intervenir ante situaciones de violencia entre niños, niñas y adolescentes.
Pedrouzo (MN 86.397) es presidenta de la Subcomisión de Tecnologías de Información y Comunicación de la SAP. Señaló que el bullying y ciberbullying es un problema en aumento entre menores de edad: lo sufren 7 de cada 10. La especialista remarcó que se trata de un fenómeno grupal, ya que en dichas situaciones el agresor y el agredido están acompañados por testigos, que lo alientan o lo omiten.
“Están en incremento los casos de las situaciones de violencia entre pares, hablamos de experiencias de maltrato verbal o físico. Pueden ser burlas, intimidaciones u hostigamientos. Pueden aparecer en el hogar, la escuela, el barrio o el club. Por eso es importante hablar también de la indiferencia ante la intención de daño al otro”, explicó Pedrouzo.
La pediatra sostuvo que esto también sucede en entornos digitales y tienen el mismo impacto en el bienestar de las infancias como el acoso presencial y cara a cara, generando situaciones de ansiedad y dependencia al celular, atravesadas por el miedo: “la virtualidad tiene el mismo impacto y deja una huella que difícilmente pueda irse”.
El acoso tiene diferencias con el ciberacoso o ciberbullying. La médica señaló que el ciberacoso puede llegar a consistir en comentarios ofensivos, producción o reproducción de imágenes o audios que comprometan a la víctima y hasta la manipulación de imágenes por medio de inteligencia artificial, memes, entre otros. La persistencia y la sistematicidad atraviesan estas prácticas.
“Cuando los niños, niñas y adolescentes usan con el teléfono, la tablet o la computadora están lejos de la mirada del adulto. En general no hay controles sobre los consumos y las interacciones, en estos entornos sus amigos no son siempre sus amigos. Además, hay una brecha muy grande entre los manejos de la tecnología entre los adultos y los jóvenes. Ellos pueden creer que lo saben todo porque tienen habilidades de uso, pero no saben usarlo críticamente”, advirtió.
Pedrouzo insistió en que los adultos a cargo atiendan al impacto en la salud física y mental de las infancias, observando con quienes se conectan y qué tipo de contenidos consumen. A su vez, estar alerta a síntomas que, de forma intempestiva o progresiva, puedan significar una alteración en la conducta del niño o niña. Remarcó que se trata de una intervención de la que deben participar familias, docentes y profesionales de la salud.
Señales de atención
La médica especificó que se pueden manifestar en cambios en el estado de ánimo, ansiedad, infelicidad antes de ir a la escuela, tristeza, dolores de cabeza y nauseas ante interacciones sociales, cansancio, trastornos de sueño y conducta alimentaria, dificultades en el aprendizaje, bajo rendimiento escolar, falta de interés en actividades que realizaba anteriormente y baja autoestima. “En los casos más graves, aparecen síntomas de aislamiento, depresión, ideas de muerte e intentos de suicidio”, advirtió.
«Los adultos deben ofrecer una escucha activa y sensible, generar un espacio de confianza, sin juzgar».
En este sentido, Pedrouzo remarcó que “los adultos deben ofrecer una escucha activa y sensible, generar un espacio de confianza, sin juzgar. Atender además a los roles, todos son importantes; tanto el agresor, el agredido como los testigos. Todos participan, quienes incitan o simplemente callan, sea por miedo o por vergüenza. El que maltrata probablemente tampoco esté contenido. Son chicos producto de una problemática sociocultural, en un marco de crisis de valores donde existe la carencia de respeto y de la empatía en los vínculos, donde circula la violencia y el maltrato”.