Con la participación de investigadoras y docentes de la Universidad Nacional del Nordeste, se llevó a cabo la segunda audiencia pública por el juicio que busca esclarecer los hechos ocurridos en Napalpí en 1924. Restan cinco audiencias más, las cuales se llevarán adelante en Resistencia, Machagai y en la ciudad de Buenos Aires. Se espera que el 19 de mayo se pueda conocer el fallo del juicio por la verdad.
Mariana Giordano, doctora en Historia, investigadora del Conicet y docente en la Facultad de Humanidades de la UNNE, fue una de las que brindó su testimonio durante esta segunda jornada del juicio. Principalmente habló de sus investigaciones sobre el discurso periodístico y fotografías que fueron tomadas en el contexto de la matanza indígena.
«Yo soy historiadora, pero mis trabajos tienen un cruce entre la historia, la antropología y el arte, trabajo sobre cultura visual del nordeste argentino y regiones adyacentes», explicó la investigadora durante la audiencia. «Hacia fines de la década del 90 estuve trabajando sobre el discurso y la imagen en relación al indígena chaqueño y en esa oportunidad, además de la conformación de la reducción de Napalpí y los discursos estatales que llevaron a la reducción, analicé específicamente el discurso periodístico sobre la masacre», detalló Giordano.
Contó que trabajó con diarios territorianos de la época y también algunos de alcance nacional. «La Voz del Chaco respondía a los intereses de los colonos y les daba voz. En el contexto previo a la masacre identificó el escenario como un enfrentamiento entre tobas y mocovíes, con palabras estigmatizantes respecto de los indígenas», señaló. Durante su testimonial, Giordano expuso algunos ejemplos de la cobertura periodística que se hizo de los días previos y posteriores a la matanza indígena.
Otro de los periódicos estudiados por la investigadora fue el Heraldo del Norte, que se editó un año después de la masacre pero que hizo mención a la misma en sus publicaciones. «Da una versión muy diferente a la que dio La Voz del Chaco en ese momento y denuncia el encubrimiento y la connivencia de ese diario con el gobierno territoriano», señaló la investigadora.
Giordano detalló ante la Jueza y los Fiscales: «El Heraldo del Norte sacó un número especial sobre Napalpí en 1925, donde va relatando los hechos ocurridos previos al 19 de julio, durante y posteriores y fue la primera vez que aparece en la prensa que los hechos ocurridos fueron una masacre». El artículo periodístico, además, mencionaba que durante la matanza habían fallecido cientos de indígenas.
«El Heraldo fue el primero en realizar una investigación sistemática de la masacre, da muchos nombres y detalla los roles de cada uno de ellos y ubica al gobernador Centeno como el actor ideológico y político», explicó la investigadora.
Otro de los importantes aportes de Giordano a la causa, fue una serie de fotografías tomadas por el antropólogo alemán Robert Lehmann Nitsche. «Mi especialidad tiene que ver con fotografías de indígenas, para eso trabajé no solo en archivo sino también con las comunidades, para ver cómo las imágenes construyen identidades, alteridades y cómo opera la circulación y recepción en las comunidades», aclaró.
En 2009, la investigadora y docente encontró en el Instituto Iberoamericano de Berlín un grupo de fotografías tomadas por Nitsche en el contexto de la reducción de Napalpí. «Tenían descripciones en algunos casos con nombre y apellido, diferenciando el grupo étnico de tobas y vilelas, hay retratos individuales y grupales», detalló.
«Una de las imágenes más representativas es la que tiene la presencia del avión, que además tiene escrito de puño y letra de Lehmann Nitsche, en alemán: Avión contra levantamiento indígena en Napalpí«, reveló. Giordano contó que el Heraldo del Norte había ubicado la presencia de un avión durante la masacre, aludiendo que hizo «reconocimiento del terreno».
Según algunos testimonios de sobrevivientes, el avión había sobrevolado la zona arrojando comestibles para que los indígenas salieran del monte, pudieran identificarlos y realizar así un ataque más certero. Además, la investigadora contó: «Los días posteriores al ataque se dio una persecución que el Heraldo lo menciona como una caza de indígenas«.
«En sus escritos, Lehmann Nitsche no habló nunca de la masacre, por eso se dice que hubo cierta complicidad de la ciencia, dado que él no mencionó estas imágenes ni las publicó en sus escritos«, agregó.
Consultada por la Jueza sobre su interés en la causa, Giordano declaró: “Creo que los pueblos indígenas tienen derecho a la memoria, la verdad y la justicia; y el Estado la obligación de investigar y yo de aportar lo que pueda desde mis trabajos”.
Napalpí, un caso paradigmático pero no el único
Otro aporte académico durante el juicio lo hizo Graciela Elizabeth Bergallo, ella es magíster en Antropología, fue docente de la UNNE durante más de 20 años y actualmente se desempeña como investigadora y consultora. «Por distintas razones fui arribando al conocimiento de la masacre, por el tipo de investigaciones que había hecho previamente conocía del tema y había trabajado mi tesis de maestría con los movimientos indígenas del Chaco«, contó en la audiencia.
Sobre el interés particular en aportar su testimonio a la causa, mencionó que le parecía importante que se conozca la verdad histórica de lo ocurrido y los detalles sobre la masacre. «Presenté en la causa una copia de entrevistas a Rosa Chará y Melitona Enrique, realizadas por mí en enero de 2005», señaló. Ambas fueron sobrevivientes de la Masacre de Napalpí y sus testimonios resultaron muy valiosos para el avance de la causa.
Otro de los documentos que aportó Bergallo como prueba es la copia de la Libreta Cívica de Melitona Enrique, un informe de peritaje realizado en la zona y libros y publicaciones de su autoría que contiene material relevante sobre la masacre y su contexto histórico, económico y cultural.
La investigadora mencionó que antes de Napalpí, hubo otros movimientos de resistencia indígena y huelgas que también fueron aplacadas con la presencia de la policía territorial. «Hay muchos antecedentes por las condiciones de vida, prácticamente reducida a la esclavitud, donde se interrumpía todo lo que era el ciclo vital de las comunidades indígenas», señaló.
«Una vez que entraban a los sistemas productivos perdían la posibilidad de regular sus vidas de acuerdo a las tradiciones sociales y culturales que tenían sus pueblos», agregó Bergallo.
«Napalpí fue un caso paradigmático pero no fue el único», aseguró la antropóloga.
A la vez que detalló: «Fue la primera reducción establecida por el Estado en el Chaco, donde hubo un intento civilizatorio de formar y educar para la agricultura y la concepción de trabajo. La situación contextual era muy grave para los indígenas y se le sumaba la prohibición de salir del territorio chaqueño».
Durante su exposición, Bergallo hizo mención de un censo realizado en 1923, un año antes de la masacre, donde se verificaba que en los entornos a la reducción vivían entre 800 y 1.000 indígenas.
«Todos relatan que estaban haciendo ceremonias cuando se produce la masacre», dice sobre el momento previo a la intervención policial y de Gendarmería. «La matanza no terminó el 19 de julio, continúo por varios días la persecución, no querían dejar indígenas con vida, ni siquiera niños«, explicó.
En su alocución, Bergallo mencionó: «Una de las secuelas que quedó en Colonia Aborigen fue la pérdida de la lengua, porque los abuelos y padres dejaron de transmitir la lengua a sus hijos, dejando así una secuela cultural».
Contó que las personas dejaron de hablar lengua indígena y de enseñar a los menores, por temor a recibir represalias después de la matanza.
«Hay responsabilidades políticas por supuesto, hay complicidades de civiles que sabían lo que estaba pasando y también de la academia y universidades que negaron este hecho, porque los modos de construcción del conocimiento no involucraban al otro, a la voz del otro, eran investigaciones basadas solo en documentación oficial», cuestionó.
Sobre las entrevistas que realizó a las dos mujeres sobrevivientes de la masacre, mencionó: «No se animaban a hablar posteriormente a la masacre por temor a la muerte, o sea que había amenazas a que se hable de lo que había ocurrido». Además, contó: «Melitona Enrique fue la que más habló, le costó muchísimo y lloraba mientras narraba su testimonio, fueron las secuelas de este hecho».
Durante la audiencia pública también se reprodujeron las entrevistas realizadas por Bergallo a Rosa Chará y Melitona Enrique en el año 2005.
Otros testimonios
En la segunda audiencia del juicio por la verdad también brindaron testimoniales David García, investigador qom, traductor y auxiliar docente; Ramona Pinay, nieta de Dominga Palota, una de las sobrevivientes de la Masacre de Napalpí; Analía Noriega, trabajadora social y colaboradora de la Fundación Napalpí quien trabajó con el investigador qom Juan Chico desde 2010; y Florencio Ruiz, de la comunidad moqoit y nieto de Patricio Martínez, uno de los sobrevivientes de la masacre.
Juicio por la verdad
El juicio de la denominada Masacre de Napalpí comenzó en Resistencia el 19 de abril del 2022. A través de los diferentes testimonios y pruebas, se intentará conocer la verdad de lo ocurrido en 1924. El juicio por la verdad no busca definir responsabilidades penales, sino reconstruir una aproximación de los hechos ocurridos contra las comunidades indígenas.
“Es una judicialización de los hechos sin repercusiones penales, no se buscan responsables directos, no van a encontrar aquí imputados sino de lo que se trata es hacer una determinación judicial de los hechos, reconocer la verdad de lo acontecido para la reivindicación de la memoria de los pueblos, para calmar las heridas y reparar como una forma de acción positiva», aclaró en el inicio del juicio la jueza federal Zunilda Niremperger.
«El juicio tiene otra finalidad, que es activar la memoria y generar conciencia colectiva de que las graves violaciones a los derechos humanos no deben volver a repetirse, especialmente en estos casos donde habrían sido generados por el propio Estado y en contra de un colectivo altamente vulnerable como son las comunidades indígenas”, agregó.
Niremperger además señaló: “Conocer nuestra historia, hace a nuestra identidad y lo necesitamos no solamente por nosotros sino también por las generaciones futuras”.
Durante el juicio se expondrán pruebas documentales, registros fílmicos y testimoniales, con el fin de darle un marco judicial a todo el trabajo académico y de investigación que se viene realizando hace mucho tiempo sobre la temática.
Desde la fiscalía aclararon que se busca saber por qué y cómo se perpetraron las atrocidades contra las comunidades indígenas, quiénes fueron los máximos responsables de los crímenes y cuáles fueron las motivaciones políticas, económicas y sociales que condujeron a esta acción. El objetivo del juicio por la verdad es lograr una reparación histórica a través de una sentencia penal y sentar una posición oficial sobre la masacre.
Este miércoles 27 de abril se realiza una nueva audiencia pública, en la Casa de las Culturas de Resistencia, donde está previsto reproducir el testimonio filmado de Felipa Laleqori y que declaren los investigadores Pedro Solans, Teresa Artieda, Laura Rosso, Gabriela Barrios, Alejandro Jasinski, Rubén Guillón y Luciano Sánchez.