Por medio de un estudio de caracterización de tipologías de viviendas sociales construidas en las ciudades capitales del nordeste argentino, y encuestas a residentes de los principales tipos de viviendas, investigadores de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNNE plantearon la fuerte necesidad de incluir la “dimensión humana” entre los criterios tenidos en cuenta para el diseño de viviendas a construirse con fondos estatales en el NEA.
En Argentina, cerca de un tercio de la energía se destina al sector vivienda, y en la Región Nordeste, que pertenece a la zona bioambiental muy cálida y húmeda (IRAM, 2012), la demanda de energía eléctrica promedio en las principales ciudades experimentó un crecimiento sostenido en las tres últimas décadas, principalmente por el uso intensivo y creciente de refrigeración.
Pero tanto en la planificación, diseño y producción del hábitat residencial estatal como en su tradicional evaluación de desempeño, en Argentina, históricamente se han utilizado criterios de diseño subordinados a aspectos económicos y/o técnicos, sin considerar suficientemente aspectos socioculturales, ambientales ni energéticos.
Incluso los habitantes son usualmente considerados como “usuario tipo”, independientemente de sus costumbres en las distintas regiones socio-geográficas del país.
En ese contexto, investigadores de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNNE consideraron necesaria la inclusión de criterios de “dimensión humana”, o de uso y gestión, en el diseño de viviendas sociales en la región nordeste.
Planteaban así la idea de contar con modelos de evaluación de la vivienda social que incorporen una visión lo más integradora y contextualizada posible, tanto de los recursos físico-materiales y energético-ambientales como de sus habitantes.
De esta forma, los investigadores de la FAU-UNNE empezaron a trabajar en una investigación bajo la premisa de que, así como el clima influye en la vida de las personas, también las personas, en la búsqueda del bienestar y en la interacción con su vivienda, impactan fuertemente en el desempeño térmico y energético del sector residencial.
Con ese objetivo, se llevó a cabo un estudio de caracterización de las viviendas estatales construidas en el nordeste en un periodo de una década, se hicieron monitoreos térmicos y ocupacionales, evaluaciones de las condiciones higrotérmicas y de consumo de energía para climatización de un grupo de viviendas, así como encuestas a residentes de las principales tipologías de viviendas.
RESULTADOS
“El estudio posibilitó la configuración de un diagnóstico de situación, la caracterización de algunas modalidades de uso y la identificación de variables significativas incidentes en el desempeño energético” explicó la Arq. Herminia Alías, investigadora a cargo del estudio junto al Arq. Guillermo Jacobo, ambos docentes e investigadores de la FAU-UNNE.
En base a lo relevado y observado, los investigadores plantearon lineamientos de aproximación a un modelo de interpretación y evaluación de la eficiencia energética para climatización de viviendas del NEA, que se basa en un esquema de tres dimensiones: “Del entorno urbano”, “Del diseño arquitectónico” y “Del uso y gestión”.
Dada la alta incidencia en el consumo obtenida para las variables de la dimensión del uso, surge que las pautas de comportamiento de los habitantes constituyen un aspecto relevante en la valoración del desempeño de viviendas urbanas producidas por el Estado.
“Entender el modo en el que las personas se relacionan con el ambiente de sus viviendas resulta importante para desarrollar criterios que permitan anticipar y considerar la manera en que estas personas (y las viviendas) podrían responder frente a ciertas condiciones de partida” explicó la Arq. Alías sobre la necesidad de incluir el aspecto del “uso humano de la vivienda” en los criterios de diseño.
VARIABLES ANALIZADAS
En el estudio los investigadores definieron distintas variables a tener en cuenta, agrupadas en las mencionadas tres dimensiones generales definidas para abordar el diseño mejorado de viviendas en el NEA, tanto desde el punto de vista ambiental como del consumo de energía.
- En la dimensión “Del diseño urbano del entorno” se consideran las variables “Centro urbano al que pertenece la vivienda”; “Densidad del área de implantación”; “Tipo de superficies de veredas, calles adyacentes y espacios libres”; “Presencia de arbolado”; “Tipo de implantación de la vivienda en el lote y vínculo con viviendas contiguas”.
- Para la dimensión “Del diseño arquitectónico” de la vivienda se proponen las variables “Orientación del eje fachada/contrafachada”; “Porcentaje de vidriados”; “Protecciones solares a muros, vidriados y techos”; “Aislación térmica de la envolvente”; “Inercia térmica de la envolvente”; “Compacidad del partido”; y “Posibilidad de ventilación natural”.
- En tanto, en la dimensión “Del uso y gestión” de los habitantes se plantean como variables “Uso de la ventilación selectiva (según modalidad de apertura de vanos)”; “Gestión de la climatización electromecánica” (según la disponibilidad y zonas en que se instalan equipos de refrigeración y/o calefacción, y el tiempo diario y modo de uso de los mismos, regulación del termostato, entre otras); “Intensidad del uso cotidiano” (según la cantidad de personas y sus actividades habituales); “Otra gestión y control” (a partir de cuestiones como la existencia de ampliaciones a la vivienda original, el control de los dispositivos de protección solar -como persianas, cortinas y celosías-).
Se definió un porcentual de incidencia de cada dimensión, del 10% para la» Del diseño urbano del entorno», 30% para la «Del diseño arquitectónico» y 60% para la dimensión «De la modalidad de uso y gestión», en función de los porcentajes aproximados obtenidos, a través de las evaluaciones realizadas, para cada tipo o vía de aporte.
La modalidad de uso tiene incidencia en todas las vías a través de las cuales se producen las ganancias y pérdidas de energía (que la climatización debe equilibrar).
PRINCIPALES CONCLUSIONES
“Se diagnosticó un panorama actual de baja calidad del hábitat urbano de producción estatal, en relación con el ambiente y con el uso del recurso energético, que se verifica en el tratamiento de las variables urbanísticas y arquitectónicas, en deficiencias de adaptación a los habitantes, así como en los altos valores de consumo para climatización estival de las viviendas” resaltaron los autores del estudio.
Indicaron que un diseño urbano y arquitectónico que tenga en cuenta sólo las estrategias edilicias y materiales no garantiza un uso eficiente de la energía para climatización.
Destacaron que “en el uso y gestión, naturalmente tienen incidencia directa aspectos sociales y culturales de la población implicada. Partir de su consideración representaría la posibilidad de un mayor acercamiento al mejoramiento de la calidad de vida en el hábitat” .
Para los investigadores, las variables que definen a cada dimensión podrían ser ponderadas, a partir de aquí, según su proximidad, por un lado, a la vivienda real habitual construida y, por otro lado, según su proximidad a una vivienda mejorada energéticamente en el clima muy cálido y húmedo de los principales centros urbanos del NEA.
Indicaron que un modelo simplificado de interpretación y evaluación de la energía necesaria para climatizar las viviendas en el clima regional podría tener un impacto conceptual para mejorar variables de diseño y de uso, con factibilidad de aplicación en buena parte de los sectores involucrados.
Detallaron que buena parte de la región NEA pertenece a la zona bioambiental muy cálida y húmeda (IRAM, 2012), con temperaturas máximas superiores a 34 °C, con sensaciones térmicas superiores potenciadas por las significativas humedades relativas (medias entre 65 y 85% durante casi todo el año) y con amplitudes térmicas inferiores a 14 °C y valores máximos de irradiación solar global diaria de hasta 1000 W/m2.
Por otra parte, las condiciones estivales tienen una duración efectiva que excede ampliamente la extensión estacional teórica de tres meses.
En las cuatro provincias se han construido, a través de los respectivos Institutos de Vivienda, unas 63.000 unidades en el período 2004 – 2014, y de ese total, casi un 40% corresponde a las ciudades capitales.
De las viviendas construidas en la región se identificaron veintiún prototipos de viviendas, la mayoría con marcados déficit en las condiciones de habitabilidad de los espacios interiores, lo que determina que sea necesario hacer un uso muy intenso de la refrigeración (y de la energía) para lograr que esos espacios resulten habitables y cómodos.
“De ello surge que, para proyectar y construir viviendas ambiental y energéticamente eficientes en el NEA, un aspecto a mejorar es el de la energía demandada para su climatización, especialmente en los extensos y rigurosos períodos cálidos” expusieron los investigadores, quienes aclaran que, si bien no es posible prescindir de equipos de acondicionamiento, es factible que su uso resulte menos intensivo.
Destacaron que resulta urgente producir viviendas que causen el menor impacto ambiental negativo en su ciclo de vida y que garanticen la inclusión social y calidad de vida de sus habitantes, haciendo un uso racional, responsable y eficiente de los recursos públicos
Para finalizar, reiteraron que, actualmente, “las gestiones de los habitantes para adecuar a sus preferencias y a sus necesidades las condiciones ambientales de la vivienda, influenciados por factores socioeconómicos y culturales, quedan fuera del control y del diseño arquitectónico, determinando que el funcionamiento del edificio dependa del comportamiento humano y del modo en que se opere la vivienda”.
En ese sentido, el estudio realizado constituye una primera aproximación a un modelo interpretativo de evaluación de eficiencia energético-ambiental de viviendas regionales.