
Alejandro Camors, estudiante de Ciencias Biológicas de la UNNE, investiga cómo proteger esta nutritiva legumbre usando microorganismos que actúan como «guardianes» de las plantas. De demostrar su propuesta, sería una solución y reduciría las pérdidas de cosecha que llegan al 40 por ciento.
El caupí, conocido científicamente como Vigna unguiculata, es una legumbre a la que muchos productores de la región apuestan, pero que no ha logrado despegar comercialmente en el país.
Sus aportes nutricionales le proporcionan un valor para nada despreciable: contiene 27% de proteínas —casi el doble que muchos cereales— y 37% de carbohidratos, con apenas 1% de grasas. Es decir, es un alimento completo, rico en vitaminas y minerales, pero poco conocida aún.
Alejandro Camors, becario de la carrera de Ciencias Biológicas de la UNNE, está investigando cómo proteger al caupí usando hongos beneficiosos que actúan como «guardianes» naturales de las plantas.
El trabajo lo lleva adelante gracias a una Beca otorgada por la Secretaría General de Ciencia y Técnica de la UNNE y tiene como director al Ingeniero Agrónomo (Mgster) Alfonso Lovato Echeverria y como co directora, la Ingeniera Agrónoma (Doctora) Melanie Gómez Herrera, ambos docentes investigadores de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNNE.
Se trata de una planta sumamente versátil, que además de alimentar, se la puede utilizar como abono natural para mejorar la tierra, como forraje para animales, y hasta ayuda a fijar nitrógeno en el suelo, lo que beneficia a otros cultivos.

A pesar de estas ventajas, Argentina solo exportó 346 toneladas de caupí en 2018, una cifra baja comparada con los millones de toneladas de soja, maíz y trigo que el país vende al exterior. ¿Cuál es el punto débil del caupí? Las enfermedades.
«En especial los hongos dañinos que viven en la tierra», explica Camors. Existe un grupo de hongos —Fusarium, Rhizoctonia, Pythium y Sclerotinia— que atacan las semillas y las plantas pequeñas desde el momento de la siembra, e impiden que las semillas germinen correctamente o matan los brotes cuando recién están germinando.
Este problema, conocido técnicamente como «damping-off», puede destruir hasta el 40% de las plantas en un cultivo de caupí. Para un pequeño productor familiar, esto significa un impacto a su emprendimiento.
Aquí es donde toma importancia el trabajo que viene realizando de Camors. Su propuesta es usar la naturaleza misma para resolver el problema: emplear hongos beneficiosos del género Trichoderma para proteger las plantas de caupí.
Es una especie de hongo que se alimenta de aquellos otros hongos que son nocivos para el caupí, ayudándolos a crecer mejor y sanos.
La técnica que está perfeccionando el becario se denomina «biopriming», un proceso que combina hidratación controlada de las semillas con la aplicación de estos hongos protectores. Las semillas de caupí son tratadas en una solución con agua y Trichoderma. Las semillas absorben agua lentamente y al mismo tiempo incorporan estos hongos beneficiosos. Cuando se las siembran, llegan al suelo con una suerte de defensa natural.

El Bio-priming es un método innovador, pre-germinativo de hidratación controlada de semilla combinado con inoculación de agentes biológicos que actúan como biocontroladores o promotores de crecimiento, ayudando a mejorar la germinación, crecimiento inicial de la planta y superar diferentes tipos estrés biótico o abiótico.
El equipo de investigación ya trabaja con el INTA de El Sombrero, en Corrientes, donde se construyó una planta piloto para procesar caupí y convertirlo en harina. «No solo queremos que los productores tengan mejor rendimiento, sino que también puedan agregarle valor a su producto», explicó la doctora Melanie Gómez Herrera.
Gracias al proyecto «Ciencia y Tecnología contra el Hambre», la investigación se conecta directamente con productores reales de la región. «Vemos familias que cultivan caupí para autoconsumo y venta local. Si podemos ayudarlos a tener mejores cosechas y además transformar el grano en harina, estamos contribuyendo a mejorar su calidad de vida», expresó el ingeniero Alfonso Lovato.
El becario realiza su trabajo en el Laboratorio de Fitopatología de la Facultad de Ciencias Agrarias (FCA-UNNE). Allí espera fundamentar y comprobar esta propuesta de aplicación de control biológico conservacionista utilizando una técnica sencilla como es el bio priming, que permitirá a los productores aumentar su rendimiento, mejorar la sanidad del cultivo y la calidad del grano de caupí.