Lo mencionó en RADIO UNNE, la científica premiada por L’Oréal-UNESCO, quien junto a su equipo de investigación, desarrollaron un mecanismo que permite a las plantas resistir olas de calor extremas y prepararse frente al calentamiento global. La investigadora destacó también el valor de la ciencia argentina y la necesidad de un apoyo sostenido del Estado. “Los gobiernos deben tener visión de futuro, innovación e inversión”, dijo.
En un contexto donde la temperatura media global aumenta año tras año, la científica del CONICET, Gabriela Pagnussat fue premiada por crear un método para evitar que las plantas mueran frente al estrés térmico.
Bajo el lema “Por las Mujeres en la Ciencia” impulsado por el Premio L’Oréal-UNESCO 2025, la científica junto a su equipo del Instituto de Investigaciones Biológicas (IIB, CONICET-UNMDP), fueron distinguidos por lograr modificar los genes de las plantas para que puedan responder de manera adecuada y sobrevivir a altas temperaturas. Este avance podría, a futuro, convertirse en una herramienta biotecnológica clave para mitigar la caída del rendimiento agrícola y avanzar hacia su aplicación en cultivos de arroz y soja.
Pagnussat dialogó en Radio UNNE y comentó de qué trata el innovador proyecto ganar, cuáles son los lineamientos futuros y la relevancia que este reconocimiento tiene para el desarrollo científico.
¿Cómo nació el proyecto?
El proyecto que hoy le valió el premio internacional tuvo su origen hace más de una década. Según relató Pagnussat, el momento clave ocurrió en 2012 durante un congreso científico en Washington DC. Allí conoció a un investigador de la Universidad de Columbia que acababa de describir un nuevo mecanismo de muerte celular en tumores humanos.
“Comenzamos una colaboración y fue entonces cuando descubrimos que las plantas siguen un camino molecular específico cuando son sometidas a temperaturas extremas”, recordó.
De regreso en su laboratorio, junto a las científicas del CONICET Ayelén Distéfano y Victoria Martin, diseñó un experimento decisivo. Bajo el mecanismo de muerte celular, sometieron a plantas a una temperatura de 55°C y dejaron a otro grupo sin tratarlos. Allí notaron que las plantas que habían sido acondicionadas sobrevivían, y las que no fueron inhibidas al mecanismo, morían.
“Decíamos: ‘No puede ser’, y repetíamos el experimento una y otra vez, y siempre nos daba igual. Si sometemos a las plantas a otro factor de estrés, como la sequía, no funcionaba: las plantas se morían. Ahí nos dimos cuenta que estábamos frente a algo muy diferente”, recuerda la científica “algo que nos permitía actuar puntualmente contra el calor”. explicó.
¿Qué significa memoria del estrés térmico?
Ante el hallazgo, la investigadora detalló que el mecanismo identificado está vinculado a lo que se conoce como “memoria del estrés térmico”. En este sentido, mencionó que “las plantas tienen dos tipos de termotolerancia: una inherente a cada especie —que marca el límite máximo que pueden soportar sin aclimatación previa— y otra adquirida, que aparece cuando se las expone a temperaturas altas, pero no letales”, detalló Pagnussat.
A nivel molecular, este proceso implica la activación de genes y la población de metabolitos que permiten a la planta tolerar posteriormente temperaturas extremas. “Llamamos a esto memoria del estrés porque pareciera que la planta recuerda cómo debe responder al calor”, explicó la científica.
Su aporte consiste en crear una especie de memoria artificial. “Lo que hacemos es activar esos genes como si la planta hubiera estado aclimatada, pero sin necesidad de someterlas a altas temperaturas. Es como si las plantas ya nacieran preparadas a partir de la semilla con esa aclimatación previa”, agregó.
“Lo que hacemos es activar esos genes como si la planta hubiera estado aclimatada, pero sin necesidad de someterlas a altas temperaturas. Es como si las plantas ya nacieran preparadas a partir de la semilla con esa aclimatación previa”.
“Cuando se dice que las plantas recuerdan el calor, significa que van a estar preparadas para soportar una temperatura extrema, es decir que ya tienen todos los mecanismos moleculares preparados como si supieran cómo deben actuar. Estas plantas, en realidad nunca fueron expuestas al calor, sin embargo, logran responder porque editamos el gen que les permite responder de manera adecuada”, detalló.
Un beneficio directo a la agricultura global
El esfuerzo del equipo del Instituto de Investigaciones Biológicas de la Universidad Nacional de Mar del Plata, muestra la magnitud de la innovación y las potencialidades que tiene para su proyección futura en otras siembras. Según Pagnussat, “en el mundo, por cada grado de incremento de la temperatura media global se pierde entre el 3% y el 10% de la producción, lo que significa más de cuarenta mil millones de dólares de pérdidas directas por año”.
Ante el impacto de las olas de calor y las temperaturas extremas, la científica agregó que la tecnología desarrollada podría aplicarse a los diversos cultivos que tenemos en Argentina, en todas las especies vegetales, especialmente en soja y arroz. “Encontrar los mecanismos moleculares de respuesta al calor nos va a permitir brindar herramientas para que los cultivos del futuro sean más sustentables”, sostuvo.
“Encontrar los mecanismos moleculares de respuesta al calor nos va a permitir brindar herramientas para que los cultivos del futuro sean más sustentables”.
La investigadora adelantó que el reconocimiento permitirá avanzar en la validación biotecnológica en cultivos estratégicos. “La idea es probar esta tecnología en soja y arroz. Lo descubrimos en plantas modelo muy pequeñas, y ahora queremos escalarlo”.
Para ello, Pagnussat y su equipo fundaron Thermoreleaf, una empresa de base tecnológica que busca llevar la innovación al sector productivo. “Estamos abriendo una ronda de inversión para probar y escalar esta tecnología en distintas especies”, adelantó.
El esfuerzo colectivo de la ciencia y el lugar que ocupan las mujeres
Recordando los años de esfuerzo y trabajo, dentro de los laboratorios y con el grupo humano que han consolidado en el tiempo, Pagnussat remarcó que el reconocimiento es también un homenaje al trabajo compartido: “Los logros siempre son colectivos. Este es el resultado de muchos años de trabajo, con estudiantes y becarios que hicieron sus tesis y, también, aportaron al proyecto”.
“Los logros siempre son colectivos. Este es el resultado de muchos años de trabajo, con estudiantes y becarios que hicieron sus tesis y, también, aportaron al proyecto”.
En esta línea, la científica destacó el rol que tienen las mujeres en la ciencia, lo dificultoso que es el camino, pero la satisfacción que uno siente cuando tiene este tipo de distinción y pueda aportar algo a la comunidad. “Ser mujer y científica a veces es duro, pero todo es más fácil cuando tenés el equipo adecuado”, aseguró.
“La ciencia necesita sostén. Sin inversión no hay innovación”
Consultada sobre el reconocimiento recibido, la doctora expresó que “es un premio sumamente prestigioso, que lo han recibido investigadores que admiro profundamente. Es también un premio muy competitivo porque se presentaron 124 proyectos, y eso demuestra el talento que tienen las científicas argentinas. Fue realmente una sorpresa y me siento muy honrada de haberlo recibido”.
En este tramo de la entrevista, la científica también reflexionó sobre la situación que atraviesa actualmente la ciencia argentina. “La vida científica implica muchos cambios. En mi caso, mi marido también es científico y eso implica un acompañamiento fundamental. La investigación es un estilo de vida que uno elige, atravesado por los hijos y las mudanzas a otros países. Quiero aprovechar este espacio para destacar la necesidad de un apoyo sostenido del Estado a la ciencia. Los gobiernos deben tener visión de futuro, innovación e inversión. La innovación tecnológica no surge de un día para el otro: requiere políticas continuas. No podemos permitirnos perder los recursos humanos que hoy se están yendo a países limítrofes como Chile o Uruguay, o incluso a otros destinos del mundo”, afirmó.
«Quiero aprovechar este espacio para destacar la necesidad de un apoyo sostenido del Estado a la ciencia. Los gobiernos deben tener visión de futuro, innovación e inversión. La innovación tecnológica no surge de un día para el otro: requiere políticas continuas».
Además, agregó que, “estamos muy complicados con la financiación. Ahora está todo cortado, así que este premio significa poder continuar con los objetivos del proyecto”. Para Pagnussat, recibir este reconocimiento ahora “es una emoción, porque no podía llegar en un mejor momento. Necesitamos esta visibilidad para lograr apoyo público y privado para que nuestro proyecto pueda seguir adelante. Este premio nos abre una puerta enorme para corroborar los alcances de esta nueva tecnología tan prometedora no solo para nosotros, sino para la industria agropecuaria global. Necesitamos visibilizar cómo un proyecto de investigación básica puede ser la llave de la innovación. Porque la innovación se basa en el descubrimiento”, aseguró.
«No podemos permitirnos perder los recursos humanos que hoy se están yendo a países limítrofes como Chile o Uruguay, o incluso a otros destinos del mundo”.
Y concluyó diciendo que su sueño a futuro es “que lo que descubrimos se aplique en todos los cultivos que sufren olas de calor, en vid, tomate, trigo, cultivos intensivos y extensivos, y logre resolver el problema de las pérdidas de cultivo por esta exposición a temperaturas extremas. Estaríamos dando una solución desde la ciencia a una amenaza a la seguridad alimentaria global”.

















