La bioquímica Katalin Karikó y el inmunólogo Drew Weissman ganaron el Premio Nobel de Medicina 2023 por sus descubrimientos que permitieron el desarrollo de vacunas contra el Covid-19. Radio UNNE dialogó con una especialista argentina sobre esta investigación que contribuyó a lo que se consideró una de las mayores amenazas a la salud humana en los tiempos modernos.
“Este fue un trabajo de ciencia básica que se hizo visible en el 2020, pero que llevaba 20 años elaborándose y encontró el momento y la aplicación justa en esa situación que nos tocó vivir”, explicó Belkys Maletto, del Centro de Investigaciones en Bioquímica Clínica e Inmunología (CONICET-UNC).
La doctora en Química dijo que las vacunas son medicamentos que generan una respuesta inmune para proteger a la persona cuando se enfrenta con ese microorganismo. A la fecha, gracias al descubrimiento premiado, hay 13 mil millones de vacunas que han sido aplicadas desde el 2020, salvando incontables vidas.
“Las vacunas más antiguas fueron elaboradas con microorganismos muertos o atenuados, ejemplo de esto es la vacuna de la hepatitis A. Pero después, con el correr del tiempo, fue necesario avanzar en nuevas tecnologías. Las vacunas adenovirales son otra tecnología de larga data usada en la pandemia para el desarrollo de las vacunas Sputnik y Astrazeneca”, detalló Maletto.
En el caso de los galardonados con el Nobel de Medicina, realizaron modificaciones químicas a la molécula ARN, que dirigen dentro de la célula la síntesis de proteínas virales antigénicas que desencadena una respuesta inmune específica. Las vacunas que utilizan esta plataforma, como la Pfizer o Moderna alcanzaron un 95% de efectividad en la protección contra el coronavirus.
Si bien esta tecnología se ensayó por primera vez en humanos para la vacuna contra Covid-19, sus inicios datan de la década de los 80. “Karikó y Weissman se dan cuenta de que el ARN sintético se podía usar en vacunas, pero tenían un problema: producía una respuesta inflamatoria exacerbada en los ensayos clínicos con ratones, generándoles dolor y fiebre. Entonces, se pusieron a pensar qué podían hacer para modificar esa situación”, relató la profesional en el aire de la 99.7.
Comenzaron entonces a desarrollar alternativas que no introducían los microorganismos completos, sino una parte de su estructura. Generalmente una proteína. Este es el rol del ARN sintético, denominado mensajero, que sirvió para desarrollar vacunas en las que se introduzca en el organismo con las instrucciones para fabricar una proteína del patógeno que se quiere prevenir.
La modificación química que idearon permitió bajar el nivel de respuesta inflamatoria, además de lograr mayor generación de proteínas y aumentando su eficiencia. “Esas son las dos cosas que ellos cambiaron y permitieron pensar en una idea más real de usar el ARN para las vacunas. La pandemia nos encontró con esta plataforma solidificada, pero nunca había sido ensayada en humanos hasta la aparición del Covid”, señaló Maletto.
Desde la Real Academia Sueca de Ciencias reconocieron a Karikó y Weissman por cambiar la comprensión de cómo el ARN interactúa con el sistema inmunitario, el jurado explicó que su relevancia se debe a “un gran impacto en el desarrollo de vacunas durante una de las mayores amenazas a la salud humana en los tiempos modernos”. Su trabajo sobre la modificación de las bases del ARN fabricados in vitro se publicaron en 2005, quince años antes de la pandemia.
“La vacuna de ARN también tiene una gran ventaja que es la fácil adaptabilidad. La misma plataforma se puede usar hoy para Covid, mañana para Influenza. Es versátil”, acotó la científica argentina y reveló que estas modificaciones allanan el terreno para la investigación en la cura de otras enfermedades y tratamiento de algunos tipos de cáncer.