La radio de la Universidad Nacional del Nordeste emite un programa especial para abordar lo acontecido en la ciudad de Bahía Blanca desde la perspectiva de la emergencia climática. En el programa Ciudad Invisible compartieron el aire Hugo Rohrmann, ingeniero por la UNNE y especialista en recursos hídricos y Paula Zapperi, doctora en Geografía de la Universidad Nacional del Sur. Desde sus diferentes especialidades, coincidieron en que en la gestión del crecimiento de las ciudades está la clave para mitigar los efectos de los eventos climáticos extremos.
El especialista local aseguró que lo acontecido en la localidad bonaerense se trató de una “tragedia anunciada” y lo vinculó con la expansión demográfica del país, brindando en el aire de la 99.7 dos datos clave: “el crecimiento urbano de la mayoría de las ciudades de Argentina es exponencial, la población se ha multiplicado por cuatro en los últimos 100 años”, mientras que “de la cantidad total de población que tiene la Argentina, más del 90% por vive en áreas urbanas, cuando hace 50 años la mitad vivía en áreas rurales”.
Rohrmann sugirió que la pregunta sobre cómo prevenir y mitigar las consecuencias de eventos climáticos extraordinarios debe estar directamente vinculada a reflexionar sobre las características de planificación urbana ante situaciones de riesgo, tanto en el caso de colapso de los sistemas de drenaje durante lluvias copiosas como ante el desborde de los cauces naturales de agua. Tal es el caso de ciudades como Resistencia y Corrientes, rodeadas y atravesadas por arroyos, lagunas y ríos.
“Lo que sucedió en Bahía Blanca es un fenómeno muy similar a lo que pasó en Valencia, España, o en Puerto Alegre, Brasil. ¿Por qué ubicamos el crecimiento urbano en zonas que son claramente de riesgo hídrico?”, apuntó Rohrmann y aseguró que existen trabajos científicos locales que señalan con precisión dónde la población es más vulnerable a sufrir las consecuencias de las inclemencias climáticas, por infraestructura insuficiente o por las características naturales de los suelos.
“La gente si se asienta a la vera de un río puede no saber que el lugar donde se ubica es riesgoso, pero los funcionarios tienen poco apego por desalentar estas situaciones. Una vez que se genera un asentamiento, se le prestan servicios de luz y de agua, y muy detrás vienen el servicio de desagües cloacales y de desagüe pluvial”.
En diálogo con la mesa periodística de la 99.7, Zapperi coincidió con el docente de la UNNE sobre la necesidad de tener una mirada integral del desarrollo y crecimiento de las ciudades: “Lluvias intensas siempre hubo en todos lados, pero evidentemente estamos viendo cambios en los patrones, volúmenes de agua e intensidad, entonces ahí es cuando más aun tenemos que ajustar las clavijas”. Aseguró que ante los nuevos desafíos del cambio climático, del aprendizaje deben formar parte diversos actores sociales:
“Se tienen que aprender a articular acciones pensando las nuevas dinámicas de la naturaleza. También los tomadores de decisiones y los ciudadanos, que además de recibir servicios básicos, tenemos que preguntarnos sobre la calidad de hábitat que estamos eligiendo”, dijo la doctora en Geografía.
Remarcó además la necesidad de articulación entre los sectores políticos y la coordinación de las iniciativas de urbanización privada. “Desde cada actor social tenemos nuestro nivel de responsabilidad, y es una pauta de complejidad pero también que se puede trabajar”, sostuvo.
Sobre la ocupación de espacios naturales, la investigadora de CONICET sugirió: “Si sabemos que vamos a urbanizar o vemos que hay procesos de ocupación de zonas llanas, se debe procurar derivarlas hacia otros lugares o tener despejado el cauce natural para evitar taponamientos de agua. Cuando zonas altas se rellenan o pavimentan, se debe garantizar que el escurrimiento de agua no impacte en zonas más llanas. Son tareas que se pueden hacer a diferentes escalas, desde lotes con tareas de impermeabilización hasta el agrupamiento de manzanas, y conectarlo con cuestiones a escala de ciudad y de región drenaje y cuencas”.
“Si sabemos que vamos a urbanizar o vemos que hay procesos de ocupación de zonas llanas, se debe procurar derivarlas hacia otros lugares o tener despejado el cauce natural para evitar taponamientos de agua».
La crisis habitacional
Por su parte, Rohrmann recordó que las problemáticas de la poca planificación urbana afecta a los sectores más vulnerables socioeconómicamente, que asientan sus viviendas en zonas de riesgo hídrico y apuntó a que también hay responsabilidades vinculadas con la respuesta a la crisis habitacional que atraviesa la región y el país:
“La gente si se asienta a la vera de un río puede no saber que el lugar donde se ubica es riesgoso, pero los funcionarios tienen poco apego por desalentar estas situaciones. Una vez que se genera un asentamiento, se le prestan servicios de luz y de agua, y muy detrás vienen el servicio de desagües cloacales y de desagüe pluvial”, expresó el ingeniero y señaló esto como una de las claves para comprender el colapso de los sistemas de drenaje y la incapacidad de dar respuesta ante lluvias de mediana y alta intensidad.
“No es solamente el hecho de que la variabilidad climática parece que nos está llevando a que estos eventos sean cada vez más frecuentes, sino por el hecho de que la expansión urbana es un fenómeno también incontenible”, puntualizó e invitó a tener una visión integral de la gestión de las ciudades, ya que el riesgo de inundabilidad debe ser medido considerando una planificación de los servicios básicos, de los caminos, del transporte público y de la gestión de residuos.
“No es solamente el hecho de que la variabilidad climática parece que nos está llevando a que estos eventos sean cada vez más frecuentes, sino por el hecho de que la expansión urbana es un fenómeno también incontenible”.