Es uno de los 25 cirujanos cardiovasculares pediátricos que tiene el país. Su modestia no le permite reconocer que es uno de los mejores. Nació, creció, estudió y trabajó en Corrientes, pero en una parte de ese trayecto, su formación lo llevó a España, Francia, San Pablo y Buenos Aires. Hoy integra el staff de cardiocirujanos del Hospital de Pediatría Garrahan de Capital Federal, desde donde comparte las experiencias de su profesión, “la única actividad que en su vida la realizó con constancia”.
Lisandro Díaz Beltran tiene en sus manos corregir cardiopatías congénitas, es decir aquellas malformaciones estructurales que se generan en el corazón del paciente mientras está en su desarrollo embrionario. “Al nacer, se puede observar el mal funcionamiento del corazón de un bebé y es ahí donde intervenimos para hacer una recuperación anatómica del órgano”.
Es un procedimiento que genera, literalmente, un “nuevo nacimiento”. De cada 1000 nacidos vivos, 8 pacientes tienen malformaciones cardíacas. La historia natural de un caso con esa patología y sin tratamiento, termina en un seguro deceso. Es ahí donde se realza la figura –aunque a diario se desconozca su existencia, ni ocupen la primera plana de los medios de comunicación- de cirujanos especializados como Díaz Beltran.
De cada 1000 nacidos vivos, 8 pacientes tienen malformaciones cardíacas
El término “especialización” adquiere en este caso mayor relevancia. La cirugía cardiovascular pediátrica es relativamente nueva ya que comenzó a desarrollarse a fines de los ´60 y principios de los ´70. Para comprender algo de todo ese desarrollo de técnicas y tecnología que fue incorporando la especialidad, basta con mencionar el campo de trabajo en el que estos cirujanos intervienen.
Si se tiene en cuenta que el tamaño de un corazón adulto es aproximadamente similar al de un puño cerrado, el corazón de un recién nacido es un poco más grande que una nuez. En un órgano con esas dimensiones, estos profesionales vuelcan a diario, en sesiones quirúrgicas de hasta 4 horas, técnicas, arte, ciencia y formación.
el corazón de un recién nacido es un poco más grande que una nuez
Entrenamiento y estudio, son dos palabras básicas en todos los profesionales. En el caso del doctor Díaz Beltran tiene el siguiente derrotero: luego de graduarse en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional del Nordeste, ingresó a la Residencia de Cirugía General en el Hospital Vidal de la ciudad de Corrientes (4 años). El primer año en la residencia, fue crucial para definir su interés por la cirugía cardiovascular pediátrica.
En la decisión mucho tuvo que ver la visita del doctor João José Carneiro, Jefe del Servicio de Cirugía Vascular y Torácica del Hospital de Clínicas de Ribeirao Preto (San Pablo, Brasil). Informado sobre el interés de Díaz Beltran de especializarse en cirugías cardiovasculares, Carneiro lo invita a viajar a San Pablo y le hace ver la necesidad de que oriente esas cirugías a la pediatría. Y así fue.
Para Díaz Beltran este hecho significa un reconocimiento y homenaje al doctor Carneiro, quien el pasado 16 de julio falleció en San Pablo víctima del Covid-19.
La trayectoria formativa continúa con la especialización de cirugía cardiovascular en la Fundación Favaloro, a la que accede en el 2002. Durante ese período se enfocó en la cirugía pediátrica, pero también recibió entrenamiento para operaciones de adultos. “Fue una etapa determinante en mi carrera, con jornadas de entre 8 y 12 cirugías”, comentó Díaz Beltran.
“Estuve en un lugar ideal, porque en esos tiempos el Instituto de la Fundación Favaloro fue uno de los primeros centros en recibir casos de cardiopatías congénitas, y la posibilidad de aprender lo tenía al alcance de la mano”, agregó.
Para Díaz Beltran la opción de la cirugía pediátrica tenía una razón natural al compararla con la de adultos “hay mucha más variedad de malformaciones en los pequeños que en los grandes”.
Una de las grandes diferencias en las operaciones entre uno y otro segmento de edad, es que la pediátrica requiere indefectiblemente tener al corazón sin latir, para lo cual se conecta al niño a una máquina que hace el trabajo del corazón y el pulmón. “Esa complejidad de tener el corazón parado, puede durar 5 minutos en las cirugías más simples, y hasta 240 minutos en las más complejas”.
“Esa complejidad de tener el corazón parado, puede durar 5 minutos en las cirugías más simples, y hasta 240 minutos en las más complejas”.
En el 2005 acreditó a una beca para realizar una residencia de dos años en Francia. El primer año en Toulouse, se entrenó en el área de trasplante cardíaco en adultos. El segundo año, en Marsella asistió a un hospital emblemático para los que realizan cirugías de cardiopatías complejas. En ese centro trabajó y enseñó el prestigioso cirujano Arthur Fallot, autor de la descripción de una lesión que lleva su nombre “Tetralogía de Fallot”.
A pesar de contar con un ofrecimiento para desarrollar su actividad, decidió retornar a la Argentina. Inmediatamente se incorporó al staff de cirujanos del Hospital Sor María Ludovica de La Plata. Allí fue discípulo del doctor Carlos Antello, pionero de la especialidad de cirugía cardiovascular pediátrica y en hacer trasplantes en pacientes muy pequeños.
Paralelamente, entre el 2007 y el 2009, se sumó en el ámbito privado al equipo del Hospital Garrahan. “En esos años me ofrecen desarrollar la especialidad en el Hospital del Cruce en Florencio Varela”, pero la tarea quedó inconclusa al recibir una propuesta que no podía rechazar: incorporarse para ampliar el servicio en el Instituto de Cardiología de Corrientes.
De junio de 2010 a abril de 2019, el doctor Díaz Beltran volcó su experiencia en Corrientes, desarrollando un trabajo tan destacado que volvió a ser requerido por el Hospital Garrahan donde actualmente se encuentra.
“Tomé algunas enseñanzas cuando estuve en el exterior, en donde es infrecuente que un profesional desarrolle toda su carrera en un mismo lugar. Soy una persona muy curiosa, que a medida que aprendo quiero volcar mi experiencia en otros lugares”, comentó.
“Obviamente por los mismos motivos siempre está abierta la posibilidad de retornar a mi ciudad y lo haría de lo más felíz”.
Lejos de calificarse como un profesional brillante, se siente más identificado como el muchacho del barrio Libertad de Corrientes, que forjó su núcleo de amigos en el Colegio Salesiano y el Colegio Nacional con quienes mantiene una fluida y necesaria comunicación.
Es un lector voraz de poesía y novelas de autores latinoamericanos preferentemente. Este gusto por la literatura lo llevó a dar vida a un ensayo que espera ser editado y publicado en alguna oportunidad.
Ve con cierta preocupación la evolución del sistema educativo argentino “desde que entramos a escolarizarnos hasta recibirnos, nuestro sistema no es del todo eficiente”.
Confiesa que frente a un aula de estudiantes de su facultad les diría algo que le hubiese gustado que le digan: “La Medicina es como un matrimonio ingrato, te asegura tremendas satisfacciones, pero como en todos los órdenes de la vida, te aguardan muchas decepciones”.
Confiesa que ese mensaje no estaría completo si no les dijera también que “la entrada a la Facultad por calle Moreno, la tengo impregnada en el alma, no hay forma de sacármela y es porque representa el origen de todos mis sueños”.