Carlos Skliar, pensador especializado en pedagogía y filosofía, encabezó un conversatorio denominado “Infancia y niñez en tiempos de desamparo”, que se llevó adelante en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Nordeste. El Investigador Principal del CONICET de Argentina, y del Área de Educación de FLACSO, compartió reflexiones en torno a las consecuencias sociales y culturales de la pandemia del coronavirus.
En una entrevista especial para Medios UNNE, expuso que Argentina transita un estado de alarma, de precariedad y retroceso, tanto en el plano material como simbólico. Sostuvo que este fenómeno de cambio se manifiesta en ámbitos económicos, culturales y sociales, y llamó a recuperar el carácter rebelde y la capacidad transformadora de la educación ante el creciente rechazo a las diferencias y la vorágine de la era digital.
Skliar consideró que los tiempos más críticos de la alarma sanitaria, entre el 2020 y el 2021, profundizaron un proceso que se viene gestando durante este milenio. Se trata de la proliferación del individualismo, la soledad, la competencia, el desprecio por el otro y los discursos de odio: “El lenguaje mediático, el de las redes, fue ‘arréglense como puedan’. Esto fue cultivado y muy bien cosechado por el sector en el que ganó una especie de desilusión”.
“El principal obstáculo es que le pedimos a la educación igualdad, justicia, que dé elementos para que la gente pueda tener otro destino. Pero no puede haber una idea de ascenso social si estamos en un momento de retroceso social, desde lo material y lo simbólico”.
Sostuvo que la idea de cuidado y de conversación juegan un papel sustancial en la educación, pero advirtió que “alrededor el mundo está haciendo otro juego”. A su modo de entender, en el ámbito escolar persisten exigencias basadas en ideales que, en el plano cultural más amplio, han sido abandonadas: “Esta es una época en la cual más vale tener razón y vale mucho menos compartir o construir colectivamente en torno a ideas como la verdad, la justicia, el derecho, el conocimiento, las diferencias y la inclusión”.
Skliar apuntó a que en las últimas décadas estos conceptos vinculados al acceso a los derechos no alcanzaron a una parte importante de la población, quedando en el plano de las promesas y generando desapego a dichos valores: “Son grandes palabras que requieren su pronunciación en el presente, no pueden ser siempre apostadas como esperanza. Porque mientras tanto, muchos se quedan en el camino sin que esas palabras siquiera les hayan rozado”.
En su análisis, Skliar expuso que las críticas no llevaron a la construcción de un modelo social superador. Por el contrario, a su parecer prevalece un cariz individualista, de maltrato y de falta de diálogo en los tiempos contemporáneos que atraviesa Argentina; siendo esto contraproducente para el fomento de los ideales educativos. Por ello criticó los discursos hostiles y prejuicios hacia los educadores, a los que se responsabiliza de forma unilateral por el fracaso en la educación y por supuestos adoctrinamientos ideológicos.
“La infiltración y el adoctrinamiento ha sido principalmente del mundo mediático y del mundo del entretenimiento en las escuelas. No creo que se le pueda achacar o atribuir a educadores un proceso tan salvaje, tan crudo, como que estamos allí para imponer una verdad y no construirla colectivamente. La ofensa, la injuria, el adoctrinamiento está en otra parte de la sociedad”, apuntó Skliar.
El investigador advirtió que fenómenos como el odio a la educación intercultural, a la educación sexual integral, el odio a las clases sociales y los prejuicios a quienes participan de proyectos colectivos de cambio y mejora social están fundados en el odio hacia las diferencias. Instó por este motivo a aunar esfuerzos por recuperar los ideales seculares de la educación, su carácter rebelde y transgresor.
Skliar señaló que uno de los desafíos educativos actuales tiene que ver con crear condiciones distintas a las que proponen las nuevas tecnologías, y remarcó que “no es lo mismo prestar atención a la pantalla que prestar atención al mundo”.
“Si hay una subestimación, un desprecio a lo que se está haciendo o a lo que se hizo, la escuela queda un poco desfigurada con respecto a cierta tradición que la entiende como lugar para reinscribir las historias individuales y colectivas. El principal obstáculo es que le pedimos a la educación igualdad, justicia, que dé elementos para que la gente pueda tener otro destino. Pero no puede haber una idea de ascenso social si estamos en un momento de retroceso social, desde lo material y lo simbólico”, puntualizó.
Por otra parte, Skliar expuso que la hiper conectividad que trajo el advenimiento de la era digital aceleró los tiempos y formas de relaciones entre las personas. Por ello, advirtió que uno de los desafíos educativos actuales tiene que ver con crear condiciones distintas a las que proponen las nuevas tecnologías, y remarcó que “no es lo mismo prestar atención a la pantalla que prestar atención al mundo”.
“La urgencia y la prisa están naturalizadas, pero no es natural. Prestarnos atención pareciera ser la dificultad mayúscula de la época. Si prestáramos atención hay cosas que no hubieran pasado, en lo educativo, lo político y lo económico. No necesariamente la educación tiene que ir para ese lugar. Está el mundo que podemos criticar, no acatar. Podemos desobedecer, pero si la educación es servil a la época, evidentemente no hay forma de interrumpir este proceso”, finalizó.